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La naturaleza y los Celtas

Cuando surgió la vida
mi creador me dio forma
con la savia de los árboles
y el sabroso jugo de los frutos…
Se sirvió de la malvarrosa de la colina,
de las flores de los árboles y los zarzales…
con las flores de la ortiga…
He sido marcado por Mat…
En mí hay huellas de Gywddyon,
de los sabios hijos de Math
y de lo eterno que hay en la Naturaleza.
Poema de Taliesí

 Para los celtas la naturaleza estaba ligada al hombre y a través de los elementos: tierra, aire, agua y fuego surgía la energía regenerativa y transformadora de la vida. Los druidas basaban su ciencia, conocimiento y creencias de acuerdo a los principios que regían la naturaleza, los ciclos del sol, la luna y las estaciones, los cuales fueron su base para crear el calendario celta.

Este pueblo entendía la tierra como fuente de vida, pues sobre ella se desarrollaban los ciclos vitales de las plantas, los animales y el ser humano, visión que los llevó a no generar un sentimiento de posesión sobre la tierra.

    El aire era asociado a la mente y la inteligencia; era el elemento que hacía posible el movimiento de los dioses y por ello, en sus leyendas, muchos adoptaban formas de aves. Los druidas aspiraban el dominio del viento, una de las fuerzas más intensas de la naturaleza con la que podían ejercer sus encantamientos y poder.
    Al agua la veían como el elemento de la vida a través de la cual fluye la energía que se halla en el interior de la tierra. Simbolizaba la pureza, la limpieza del alma, la psique y las emociones. Entre las costumbres celtas se hallaba el arrojar objetos de valor en ríos y lagos como ofrendas. 
    Las fuentes de agua y los lugares en los que se hallaban se les consideraban sagradas y estuvieron siempre asociadas al ritual del nacimiento.
    El agua era vista como símbolo de fuente de vida e incluso de tránsito hacia otra vida. Era la representación de la fuente del movimiento, del dinamismo en el que se basa la existencia de los hombres y la naturaleza.
    Los ríos y lagos eran lugares en los que ocurrían milagros, puesto que simbolizaban la frontera natural entre el mundo de los muertos y el de los vivos. De hecho, el acceso al Otro Mundo suele simbolizarse con un puente de cristal o un río.

    Y el fuego simbolizaba la energía cósmica, esa energía especial que mantiene la vida e impulsa la evolución en el universo. El fuego era empleado para representar la destrucción, así como la regeneración.
      Los celtas creían profundamente en la inmortalidad del ser donde los espíritus se manifestaban transitoriamente en cuerpo, y por lo mismo al momento de la muerte podía volver a manifestarse o encarnarse en otra forma. Una transmutación que tomaba un largo proceso en el que el espíritu mismo debía recorrer el mundo mineral, vegetal y animal hasta alcanzar la condición de alma humana que continuaba reencarnando hasta llegar a la perfección. Por ende, cualquier piedra, planta o animal que habitara la tierra tenía la manifestación de un espíritu en transformación, incluso podía ser más evolucionado que el mismo hombre, pues estos lugares podían ser la morada del alma de algún dios.

      Para los celtas la naturaleza se hallaba dividida en tres reinos:
      • El subterráneo, de misteriosa magia donde habitan las Hadas.
      • El cielo, lugar en el que viven los dioses.
      • Y la tierra que se halla en el medio de los otros dos mundos y es el lugar donde habitan los hombres. 
       
      La sabiduría del Árbol:

      Árbol, dame de tu madera
      que yo te daré la mía
      cuando crezca en un árbol de día.

       
      Sólo los árboles, que sumergen sus raíces en la tierra, son también capaces de tocar el cielo con sus ramas y comunicar con su tronco a los tres reinos de forma permanente. Es por ello que para los celtas, el árbol era el principal representante de las fuerzas de la naturaleza, y los bosques se convirtieron en los templos sagrados donde los druidas realizaban sus rituales, reflexión y aprendizaje; aquellos que eran más especiales por sus características de mayor misticismo fueron llamados “nemeton”.

      Para los celtas los árboles eran un símbolo de ciencia, misterio y vida. Eran los protectores del espíritu y de la materia que entregaba sus recursos para construir viviendas y armas, resguardar a los hombres del frío al proporcionarles calor con su leña, y del sol al facilitarles la sombra. Incluso resguardaban aves que se podían cazar y entregaba sus frutos que servían de sustento.

      Para los druidas, existía una estrecha relación entre el árbol y el camino de la vida del hombre, puesto que el diseño de su naturaleza se asemeja a los ciclos de la vida humana. Por ello afirmaban que cada persona alberga un árbol dentro de sí.

      Un árbol que nos recuerda siempre elevar nuestra mirada en pro de la búsqueda y alcance de nuestros fines, pero que siempre se mantiene firme y arraigado por las raíces, recordando de dónde venimos, permaneciendo bien apoyados en la tierra. Si olvidamos nuestras raíces, nuestra patria, nuestro hogar, nuestra comunidad y grupo, perderemos nuestro sustento, nos secaremos y moriremos por el desarraigo.

      Un árbol nunca deja de crecer, sin importar las circunstancias en las que se halle, es paciente y se adapta a las situaciones. Existe un tiempo en el que sus hojas caen y llega la nieve; pero así mismo, tras la transformación y la muerte de sus antiguas hojas llega una época de renacimiento, alegría y fertilidad; el árbol aprovecha los acontecimientos para que sus nuevos brotes en primavera sean mejores y renovados.

      Todo tiempo en la vida del hombre es necesario y único: las circunstancias difíciles dan temple y nos ayudan a crecer como seres humanos. El enfrentar todo problema aprendiendo de él sin enfrascarse por el dolor que causa la pérdida, permite que, con paciencia, esmero y determinación, alcancemos nuestras metas.

      Para los celtas el Árbol Sagrado era el Roble, el Árbol de la Vida que pertenecía al dios Dagda y simboliza el poder y la fuerza de los héroes. Por su naturaleza fue empleado para la cremación de los cuerpos de los reyes. El roble durante el solsticio de verano florece, lo que para los celtas representaba la resistencia y el triunfo.

      En este Árbol de la Vida crece el Muérdago, una planta que por sus utilidades terapéuticas la hizo muy especial para los druidas. Con ella realizaban antídotos contra algunos venenos, medicina e incluso la utilizaban para incrementar la fertilidad. Es así que el muérdago representaba el espíritu del dios Dagda y se le consideraba el “regalo del cielo”. Era costumbre de los druidas utilizarla en todos sus rituales.

      El ritual del roble se llevaba a cabo el sexto día del creciente lunar, en luna llena. Entonces la asamblea se reunía bajo el roble mientras el druida, encaramado a las ramas más altas, elegía una porción de muérdago próxima al cielo. La tallaba con su hoz de oro y la depositaba en un lienzo blanco. Si la planta tomaba contacto con la impureza del suelo, perdía inmediatamente su valor mágico. Luego, a modo de celebración, se sacrificaban dos toros blancos que no hubieran sido atados jamás.

      Extracto del libro “Magia Celta”

      Así mismo, para los celtas había otros árboles que fueron utilizados con fines específicos, aunque el Roble fue siempre el árbol más reverenciado, he aquí algunos de ellos: 

      Avellano: símbolo de belleza y sabiduría. Al comer de sus frutos se adquiría el conocimiento en las artes y las ciencias. Con una orqueta del avellano se confeccionaba un instrumento para lograr detectar los depósitos de agua, fue así que se le consideró como el árbol que desvelaba los secretos y saciaba las necesidades. 

      Abedul: fue asociado a los ciclos femeninos, al nacimiento y la renovación como símbolo del comienzo e inicio de todo, debido a que era el primero en cubrirse de hojas durante la primavera. Se le llamaba “el de la mano blanca” pues se decía que si alguna de sus ramas tocaba la cabeza de un hombre dejaba en ella una luminosa señal blanca que producía la locura y si tocaba el corazón provocaría la muerte. Fue utilizado como el árbol del castigo, puesto que sus ramas se utilizaban para azotar a los delincuentes y expulsar a los demonios.

      Manzano: el árbol del más allá, representante del Otro Mundo en la tierra de los vivos. Su fruto era el símbolo de lo desconocido y lo mágico, de la inmortalidad, del conocimiento y de la sabiduría.

      Sauce: (willow) era el árbol de las brujas (witch). Su corteza y sus hojas poseían un reconocido poder curativo.

      Acebo: considerado como el árbol del crecimiento y la fertilidad, favorecedor de las cosechas.

      El Culto a las Piedras:

      Los monumentos megalíticos tenían para los celtas un carácter sagrado a los cuales llamaban omphalos, centros de inspiración religiosa o morada de las almas de los difuntos y fue así que las piedras se convirtieron en objeto de culto.

      Los celtas enterraban sus cadáveres y formaban sobre sus sepulturas pilares funerarios en los que grababan inscripciones mágicas mediante ogams talladas en piedra o madera. Tras un período de purificación, los restos mortales eran incinerados y depositados en túmulos cavados en la tierra, momento en el que se creía que los espíritus iniciaban su viaje hacia el Otro Mundo.

      Dentro de las estructuras más importantes que actualmente se conocen están:

      Los Menhires: un menhir es una única estructura vertical clavada en el suelo. Su nombre significa piedra (Men) larga (hir). Parece ser que fueron levantadas en el Neolítico y que los celtas las incorporaron a su tradición religiosa. Estas piedras no suelen tener inscripción alguna en su superficie. Era común que las personas procuraran enterrar en ellas ofrendas como monedas o medallas.

      Cromlech: es el área que queda en el centro de una circunferencia marcada por grandes rocas. Para los celtas este espacio representaba un lugar en el que era posible escuchar lo que “decían los dioses” durante el solsticio. Es posible que este centro fuese usado para adecuar el calendario celta; era como un observatorio astronómico. 

      Los Dólmenes: un dolmen o mesa (dol) de piedra (men) es una estructura en piedra construida por una roca horizontal sostenida por otras dos que se levantan verticalmente. Se cree que son monumentos funerarios, aunque también se dice que eran los lugares donde se practicaban los sacrificios humanos.

      De esta forma se pueden encontrar diferentes lugares de gran interés como estudio sobre las tradiciones y cultura celta por ser lugares de culto: 

      Averbury
      Avebury: construido a durante la Edad de Bronce (2600-2300a.C.), Avebury está ubicado al sur de Inglaterra; es un gran círculo delimitado por un anillo de cien pilares. En su interior guarda dos templos de piedra maciza, cuya disposición también es redonda. Cada templo cuenta con treinta columnas. Éstos configuran otro círculo de doce pilares, y un decimotercero que se utiliza a modo de altar. 

      Silbury Hill
      Silbury Hill: construido hacia el 2600a.C. en el sur de Inglaterra. Se le conoce como el “Castillo en Espiral”. Posee unos 40 metros de altura y 160 metros de diámetro, siendo así el monumento artificial más grande de toda Europa. 

      Stonehenge

      Stonehenge: se encuentra en Salisbury, al sureste de Inglaterra. Su construcción data de los últimos períodos del neolítico y los primeros de la Edad de Bronce.

      Posee una forma circular, con treinta arcos exteriores y un camino de acceso; cuenta con varios pilares y dinteles construidos con enormes bloques de piedra labrada. En su interior, separada de la circunferencia por una hilera de columnas, se halla una elipse tallada en forma de herradura que se yergue con cinco dólmenes de gran tamaño. Su centro está presidido por un altar macizo también en piedra. Su estructura y orientación están de modo tal que al despuntar el solsticio de verano los rayos del sol entran por el camino de acceso e iluminan el altar que se halla en el centro. 

      New Grange
      New Grange: se encuentra en Irlanda. Se trata de un dolmen de corredor, con un pasillo de acceso flanqueado por grandes losas de piedra que llegan hasta la cámara funeraria, el cual fue recubierto con grava de cuarzo blanco en honor a la diosa Blanca. Su planta tiene forma de cruz céltica. También se le conoce como Brughna Boyne. Es una fortaleza circular en la que se dice que eran enterrados los magos más importantes del país. Los druidas acudían allí para obtener inspiración.

      Algunos detalles que se ven en New Grange
      En el solsticio de invierno, el 21 de diciembre, los rayos del sol inciden directamente en una hendidura abierta en el techo de la tumba durante 17 minutos. Su altura es de unos 18 metros.




      Los Animales para los Celtas:

      Entre los celtas, a pesar de que eran un pueblo agrícola y ganadero, la caza era considerada una actividad vital, pues sus costumbres de pueblo nómada aún estaban muy arraigadas.

      La caza era realizada bajo un ritual sagrado en el que se rendían honores y reconocimiento a los animales que eran sacrificados, y a la vez se pedía perdón a los dioses por tomar un bien preciado. La caza era símbolo del dualismo que se requiere para sostener el mundo: el animal que muere para dar alimento y vida a su cazador.

      De esta forma, algunos animales adquirieron una categoría sagrada indiscutible sobre los cuales se hace conveniente destacar algunas de sus características: 

      Jabalís y cerdos:

      El jabalí era muy estimado por los celtas. Lo asociaban a las potencias devastadoras o destructoras que el hombre, en su papel de cazador, ha de dominar.

      El jabalí también representaba un aspecto solar: el de héroe mítico que a veces adopta esta forma para huir de sus perseguidores; otras, para acabar con ellos, e incluso en alguna ocasión el dios adopta esta forma por algún castigo.

      La cabeza de este animal no sólo fue un trofeo admirado para adornar las paredes de las casas de los grandes señores, sino que incluso fue común usarlo en los escudos de los guerreros bretones; razón por la que simbolizó el “furor bélico” de los combatientes

      Por ejemplo Arduina, una diosa cazadora del Bosque de las Ardenas, es representada en una estatuilla de bronce montando a galope un jabalí, y con un cuchillo de caza en la mano; y una escultura prerromana de Euffigneix, en la Galia Oriental, nos muestra a un dios con la imagen de un jabalí, agresivamente erizado, cruzando su torso.

      En cuanto al cerdo, fue muy importante en el terreno económico y su carne fue muy apreciada por este pueblo. Los cerdos eran un signo de riqueza y de hecho aparecen como dones de la diosa Madre, la dama de la total fecundidad. Aquí toma relevancia la diosa marrana Goleuddidd. Este animal incluso pasó a ser representación de los mismos druidas. 

      El ciervo: 

      Es una representación de gran importancia en las leyendas y mitos celtas. Incluso San Patricio llegó, en un momento determinado, a convertirse en este animal.

      En la saga de Finn se indica que el ciervo es “la más noble de todas las presas”.

      La importancia ritual se encuentra en la costumbre de imitarle mediante una máscara y cornamenta del mismo. Eran venerados por su velocidad, su virilidad y sus abultadas cornamentas que evocaban la imagen de señores del bosque.

      Las imágenes que aparecen en el carro de culto de bronce del siglo VIIa.C., encontrado en Strettweg en Austria, son las de la caza divina del ciervo, presidida por una diosa.

      En la iconografía celta tardía el ciervo no es sólo el compañero de los dioses cazadores sino también del dios Cernunnos, quien a su vez lleva una cornamenta.

      El ciervo fue el animal regio de los Danaanos irlandeses y, digamos que coparticipó con sus protagonistas principales, numerosas leyendas como la de Ossian y Pwyll, príncipe de Dyfed, donde el ciervo es víctima de impresionantes persecuciones por un grupo de perros infernales.

      En realidad, el ciervo simbolizaba el alma del héroe perseguido hasta la muerte, de hecho, en numerosas tumbas celtas se han encontrado astas de ciervo sobre la cabeza de los muertos, a modo de protección en el viaje al paraíso.

      En cuanto a los vivos, los celtas encontraron, al parecer y en el polvo triturado de sus astas, una sustancia que combatía la impotencia y alejaba de la persona todo tipo de influencias maléficas. 

      El oso: 

      El irlandés Art era hijo de Conn, cuya traducción quiere decir “el oso hijo del perro”, que confirma el carácter totémico de ambos animales y desvela el origen druídico del nombre de Arturo, que proviene de artu o arto, oso. Al rey Arturo le estaba prohibido matar osos por tratarse de su animal totémico.

      El vocablo sánscrito ofrece dos significados: el de oso y el de estrella. “Artc” significa brillar y, además, “Ark” es uno de los nombres del sol. Dicen que es una combinación de bien y mal, de luz y de tinieblas: “el pelo del oso ofrece la oscuridad de lo tenebroso y el resplandor de las estrellas”. Por lo tanto, su nombre, oso, nos lleva a relacionar, -en el ámbito de la mitología celta-, lo celestial y lo divino con lo bestial y monstruoso. 

      El toro: 

      El toro representa el poder, el ímpetu combativo y, en el mundo celta, se asocia irremediablemente a la conquista; también con el sol y la luna.

      Fueron venerados por su fuerza y su virilidad; su sacrificio no era algo extraño pues, los bueyes más viejos, eran ritualmente sacrificados en Gournay, y sus cuerpos se sometían a ritos largos y complicados.

      El toro era representado en el arte celta donde solía aparecer con tres cuernos, aumentando así su simbolismo. La asociación del toro con los pájaros, que en algunas iconografías aparece, es difícil de interpretar pero algunos estudiosos creen que tiene que ver con el Árbol de la Vida, la primavera y la fertilidad. 

      El caballo: 

      El caballo va unido a los guerreros, pues los celtas preferían cabalgar en las batallas. A este animal se le veneraba por su capacidad combativa. Carro, caballo y larga espada de hierro fueron elementos indispensables para los celtas en su avance por el mundo.

      De igual modo, el caballo simboliza la luz frente a la oscuridad; así como el compañero fiel que conduce al héroe al más allá. El caballo fue venerado por su belleza, su velocidad y su bravura. Los sacrificios de estos animales eran casos excepcionales y se consideraba como una gran pérdida para su propietario y para la comunidad.

      La más grande de todas las deidades ecuestres celtas era Epona (“Epos”, caballo), protectora de los caballeros; también era una divinidad doméstica, que presidía la cría de caballos y era adorada como diosa de la abundancia y la prosperidad. Se la suele representar en compañía de caballos, o bien montada como amazona o bien entre dos ponies.

      Las cabezas de caballos, instaladas en determinadas tumbas, se interpretan como objeto de un ritual de protección contra los demonios y los malos espíritus. De igual forma también simbolizaban el ardor juvenil y fecundidad solares, en íntima conexión con el fuego. 

      El lobo y el perro: 

      Ambos animales fueron importantes en la mitología celta, en la cual se hallan relatos en la que éstos se complementan y, a su vez, se oponen.

      Los perros fueron representados acompañando a deidades femeninas, quienes los posaban en sus rodillas, relacionando al perro con la vida doméstica y la fidelidad.

      El lobo, por su parte, representó casi siempre una amenaza. Sin embargo, estos animales también fueron representados como piadosos en algunas leyendas donde las lobas amamantan a niños perdidos en el bosque.

      Tanto el perro como el lobo se confunden. Incluso se habla de lobos “salvadores”, como en el caso de San Odón, abate de Cluny, quien fue atacado por un grupo de zorros hambrientos mientras iba en peregrinación y fue defendido y custodiado por un lobo.

      En cuanto al perro, se presenta en numerosas ocasiones como guardián de las puertas del día, y entonces tiene un aspecto propicio, mientas que llegada la noche, adquiere aspectos siniestros y amenazadores; sin embargo no hay que olvidar que el perro acompaña al héroe durante la noche y le advierte de peligros con ladridos.

      Incluso tanto perro como lobo fueron relacionados con el Reino de los Muertos. Un historiador cita el caso de un grupo de lobos que se introdujo en un monasterio para devorar, exclusivamente, a los monjes heréticos. Fue allá por el año 617d.C.

      Los perros jugaban un papel muy importante en la mitología de Gales y de Irlanda. Arawn, señor de Annwn (el más allá galés) se enorgullecía de poseer unos sabuesos sobrenaturales, blancos con las orejas rojas, y el héroe del Ulster, Cuchulainn, también tiene una estrecha relación con los perros pues, tras matar al perro de un herrero, tiene que tomar su puesto.

      En cuanto a dioses relacionados con perros cabe recordar el santuario romano-celta de Lydney, en Gloucestershire, que estaba presidido por Nodens, un dios que recibía ofrendas de perros, o el ejemplo más claro de compañía canina: la diosa marina Nehalennia, que presidía dos templos en la costa del mar del Norte. Las numerosas representaciones de esta diosa que se conservan suelen ir acompañadas de un gran perro vigilante. Esta diosa protegía a los viajeros que cruzaban este mar y propiciaba el éxito en los negocios. La cesta de fruta que lleva en sus manos puede significar abundancia, mienta que el perro simbolizaba la protección y la fidelidad. 

      Las serpientes: 

      Por su hábito de mudar la piel, las serpientes se identificaron con la resurrección y con las deidades de la curación, como es el caso de Sirona.

      También estaban relacionadas con la fertilidad, tal vez debido a su forma fálica o a las múltiples crías que tienen en un sólo parto. Una forma muy característica de representarlas es con cabeza de carnero, sobre todo en zonas de la Galia romano-celta. Una criatura de este tipo acompaña al dios Cernunnos. En el caldero de Gundestrup conduce, como guía, la fila de caballeros que parecen haber surgido del caldero de la iniciación. Su carácter positivo puede quedar confirmado en el hecho de que la serpiente cornuda o con testa de carnero viene representada como adorno en algunos torques, como imagen de protección y suscitadora de bienes.

      En un ámbito mitológico general, sin centrarse en los celtas, se cree que la serpiente cuenta don el doble aspecto de destructora y creadora. Así dice García Font: “destruye a los individuos, pero conduce a las especies; devora las naciones, pero deja vivir a los reyes que las han de poblar de nuevo; da a las plantas su veneno y hunde a los hombres en el profundo sueño; pero también otorga, en su reino oculto, una nueva fuerza al sol, que rejuvenece el mundo cada mañana, cada primavera”. 

      Los pájaros: 

      Las aves están también muy presentes en la religión celta. Su capacidad para el vuelo fomenta la imagen de animal espiritual que abandona la tierra al igual que lo hace el espíritu libre, en el momento de la muerte.


      Múltiples dioses del Más Allá adoptan la forma de pájaro y se convierten en un símbolo de la vida después de la muerte. Las voces de las palomas y de los cuervos hacían que se les asociara a los oráculos y a las profecías, normalmente de carácter negativo; los gansos por su carácter vigilante y atento se les relacionaron con la guerra y la protección. En grullas eran convertidas las malas mujeres, las cornejas y las grullas eran presagio de muerte y mal agüero quizás por su carácter carroñero y su plumaje negro al que relacionaban con la falta de luz.

      El águila era el animal celeste por antonomasia, un ser de la luz que ilumina a su paso las tinieblas. Los cisnes encantados son muy comunes en la literatura ancestral europea donde los amantes se convierten en estos animales, pues son símbolos de amor imperecedero y fiel (se sabe que los cisnes forman pareja de por vida). Los cisnes son junto, a la oca, son vistos como mensajeros del Más Allá e incluso fueron el tótem de algunas tribus.

      A los cantos de algunos pájaros se les atribuía un carácter terapéutico. 

      El conejo y la liebre: 

      Los celtas creían que, debido a su costumbre de pasar mucho tiempo bajo tierra, se encontraban en comunicación con los seres del mundo subterráneo, y suponían que por nacer con los ojos abiertos (aunque solo la liebre lo hace) poseían el don de la observación y de la sabiduría. Así mismo, se pensaba que estos animales eran criaturas mágicas por lo que había que evitar ingerirlos.

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