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La historia de Peredur

Parsival
Cuentan que los hombres sin ilusiones y los países sin leyendas están condenados a morir de frío; lo contrario pasa con las culturas que vierten sus certezas, sus esperanzas, sus miedos y sus sueños en los mitos que les dan el calor de la vida.

Precisamente, uno de los mitos más bellos y fecundos de nuestra cultura es el del Grial; y la historia de Peredur es justamente una de las leyendas más antiguas relacionadas con las aventuras legendarias del rey Arturo, sus caballeros y la búsqueda espiritual y mística de la caballería por hallarlo.

La leyenda de Peredur comienza narrando que éste era el séptimo hijo del Conde del Norte, Evrawc. Una posición muy privilegiada ya que para los celtas ser el séptimo hijo era estar marcado por un destino de fortunas elevadas y extrañas.

Su padre, a pesar de sus posesiones no se mantenía de ellas, sino de los torneos, las guerras y los combates. Como suele ocurrir a aquellos quienes buscan las guerras, le mataron al igual que a sus seis hijos mayores. Peredur, el hijo más joven y como no tenía edad de ir a los combates ni a las guerras sobrevivió a su padre y sus hermanos.

Su madre que era una mujer sagaz e inteligente. Reflexionó mucho sobre su hijo y sus dominios, cuando finalmente decidió marcharse con Peredur a tierras salvajes y desiertas, eligiendo sólo como compañía a mujeres, niños y hombres humildes que fueran incapaces de combatir o ir a la guerra y de quienes habría resultado impropio.

Fue así como Peredur creció en una pequeña aldea, rodeado de personas humildes y pacíficas. En un lugar donde no podía conocer caballos en buena forma para la batalla ni armas. Allí creció con modos y conocimientos rústicos, si bien con una gran fuerza y actividad.

Pero un día, Peredur vio a tres caballeros en los límites del bosque. Ellos eran todos de la corte del rey Arturo: Gwalchmai, Geneir y Owain. Impresionado por la visión, él le preguntó a su madre quiénes eran esos seres. Ella inicialmente se encontraba aturdida, pero al rato le dijo que eran ángeles y él le dijo que les iba a seguir, pues quería ser un ángel como ellos.

Peredur fue a encontrarles y pronto aprendió lo que eran. Owain le explicó el uso de la silla de montar, del escudo, de la espada y de todo lo relacionado con el arte de la guerra; y Peredur esa noche cogió a un caballo esquelético, picazo y de tiro, el más fuerte según su opinión, y le puso una silla, adornos hechos de ramas, imitando lo que había visto. Viendo que iba a irse para ser caballero, su madre le bendijo y le dio instrucciones, recomendándole que fuera a la corte del rey Arturo, “pues allí era donde estaban los mejores, más valientes y maravillosos de los hombres”.

El joven montó su caballo y tomó como armas un puñado de estacas de punta afilada para cabalgar hacia la corte de Arturo. Al llegar allí, Kai, con malos modos le rechazó por su apariencia rústica, pero un enano y una enana que habían pasado un año en la corte sin hablar ni una sola palabra a nadie gritaron: “Gran Peredur, hijo de  Evrawc; la bienvenida del cielo sea sobre ti, flor de los caballeros y luz de la caballería.”

Kai castigó a los enanos, golpeándolos y pateándolos, por romper su silencio alabando a un joven como Peredur.

Fue entonces  cuando Peredur pidió ser llevado ante Arturo; sin embargo,  le pidieron cumplir  un primer reto para poder tener su cita con el Rey: debía derrotar a un caballero extraño de armadura roja que acababa de desafiar a toda la corte de Arturo a cambio de las tierras del reino y que, por demás, había arrojado una copa de vino en la cara de la reina Gwenhwyvar (Ginebra).

Peredur fue hacia su oponente y le mató con una de sus estacas. Owain salió y encontró al joven arrastrando a su enemigo caído. Al preguntarle qué estaba haciendo, él le respondió que intentaba sacarle la armadura. Entonces Owain le mostró cómo despojarle la armadura y Peredur la tomó, junto con sus armas y caballo. Pero a pesar de que su primera prueba estaba superada y podía presentarse ante Arturo, Peredur decidió partir en busca de más aventuras, pues no quería unirse a la corte de Arturo hasta que Kai aceptara su reto por la ofensa de haber castigado a los enanos.

Peredur prosiguió sus viajes, y allí donde se topaba con un enemigo de Arturo lo derrotaba y, a cambio de respetar su vida, lo enviaba a decir a Arturo que había sido vencido por Peredur, en cuyo nombre solicitaba su perdón; pero que además, él no regresaría a la corte hasta que Arturo no resolviera de forma adecuada el insulto a los enanos, por parte de Kai. Debido a ello Arturo estaba deseoso de abrazar al valeroso guerrero y envió a buscar a Peredur.

Tras su vagar, Peredur llegó a un castillo junto a un lago, donde encontró a un hombre venerable con sus ayudantes a su alrededor, que estaban pescando en el lago, el Caballero Pescador. Al acercarse Peredur, el hombre mayor se levantó y fue hacia el castillo, y el joven vio que era cojo.

Peredur entró y fue recibido con hospitalidad. Después de comer, el viejo le preguntó si sabía luchar con la espada y le prometió enseñarle todas las buenas maneras de los caballeros, las costumbres de diferentes países y la cortesía y gentileza de los nobles. Y añadió que él era su tío, hermano de su madre.

Finalmente, le dijo que se marchara y que nunca olvidara que cuando viera una cosa que le sorprendiera no preguntara el significado de ella a no ser que alguien tuviera la cortesía de informarle. Esta es en realidad una prueba de obediencia y de auto restricción para Peredur.

El joven continuó su marcha y llegó a un bosque, más allá del cual encontró un castillo, el Castillo de las Maravillas. Peredur entró por la puerta, que estaba abierta, y allí encontró a un hombre rodeado de sirvientes, quien recibió al joven honorablemente.

Mientras comían, el caballero le preguntó a Peredur si sabía manejar la espada, y ante la respuesta afirmativa del muchacho, el hombre le dio una espada y le pidió que golpeara con ella un objeto de metal que estaba en el suelo. Peredur lo hizo y lo partió por la mitad, pero la espada también se partió en dos.

“Junta las dos partes”, dijo el caballero. Peredur lo hizo y se convirtieron en una. Una segunda vez golpeó con fuerza y ocurrió lo mismo, pero al hacerlo una tercera las mitades no pudieron volver a unirse.

“Has llegado a dos terceras partes de tu fuerza”, dijo el caballero. Así mismo le dijo que él era también tío de Peredur y hermano del Caballero Pescador, con quien Peredur había pasado las noches anteriores.

Mientras hablaban entraron dos jóvenes con una lanza de cuya punta cayeron tres gotas de sangre al suelo, y todos, al verlo, empezaron a gritar y lamentarse con grandes gemidos, pero el caballero, no dándose cuenta de nada, no interrumpió la conversación con el joven.

Al poco rato entraron dos doncellas llevando entre ellas una gran bandeja, en la cual, en medio de una gran cantidad de sangre, reposaba la cabeza de un hombre.

    Los lamentos se hicieron más fuertes que antes. Pero al final se hizo el silencio, y Peredur fue conducido a su habitación. Atento a las indicaciones del caballero pescador, él no mostró sorpresa ni formuló pregunta alguna.

Después de esto partió en busca de más aventuras;  se enamoró de una doncella de mejillas sonrosadas y pasó cierto tiempo con las nueve brujas de Gloucester, quienes le instruyeron en el uso de las armas.

Finalmente Arturo localizó a Peredur, que se hallaba en lo alto de una colina soñando con la piel blanca y los labios rojos de su amada. Arturo envió a varios caballeros, entre ellos a Kai, para acordar un encuentro, pero al irrumpir con rudeza en la ensoñación de Peredur, éste les hizo volver vencidos y ensangrentados. Gwalchmai, más cuidadoso, tuvo éxito donde los demás habían fracasado; y cuando Peredur supo que entre los guerreros a los que había vencido se contaba Kai, finalmente se unió a los caballeros de Arturo.

Peredur tuvo muchas aventuras en la corte, hasta que supo que la cabeza cortada que había visto en casa de su tío era la de un primo que había sido asesinado por las brujas de Gloucester. Entonces Peredur se dirigió tardíamente al Castillo de las Maravillas, donde él con la ayuda de Arturo y sus caballeros se vengaron terriblemente de las hechiceras.

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