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Druidas y Cristianización


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Aquel anciano de larga barba blanca, de aspecto fiero y a la vez apacible; aquel que vive en los bosques rodeado por una aureola de magia y misterio…


Los druidas, la casta sacerdotal de la antigua Europa, tienen sus orígenes desde mucho antes que la misma sociedad conocida como celtas existiera; los druidas pertenecían a una cultura agraria ancestral nativa que había evolucionado durante el Paleolítico y el Neolítico hasta llegar a la Edad de Bronce.






Fueron justamente estos nativos ancestrales quienes construyeron por casi toda Europa los grandes monumentos megalíticos que hoy conocemos como menhires y dólmenes (tumbas) y aquellos lugares que aún nos causan fascinación como Stonehengue, New Grange, Silbury Hill, y Avebury.

Su nombre, druidas, se deriva de “dru-wid”: “dru”  que significa roble y se debe a que practicaban sus ritos en medio de la espesura de los bosques. Allí celebraban asambleas, sentados en troncos sagrados, desde donde administraban justicia y decidían la paz y la guerra. El roble era el árbol más importante y sagrado para este pueblo, pues con él se construían las casas y se calentaban los hogares; los druidas tomaban sus bellotas como la alimento, pues éstas eran consideradas como la primera puerta que se abría hacia el conocimiento sagrado; y “wid” cuyo término estaba emparentado con el verbo ver. Es decir que la palabra druida simbolizaba los muy videntes y sabios en el conocimiento del roble.  

Su supervivencia luego de la conquista realizada por pueblos indoeuropeos llamados los “verdaderos celtas”, se debe justamente a que los druidas poseían  una extraordinaria organización, lo que los hacía imprescindibles en la administración de una sociedad nueva que se desarrollaba como una sociedad agraria.

Mediadores entre los hombres y los dioses, los druidas eran considerados a la vez sacerdotes y jueces, portadores de las bases filosóficas, jurídicas, metafísicas y religiosas; por ende, fueron la columna vertebral de la sociedad celta. Dentro de sus tradiciones, tanto hombres como mujeres podían aspirar a pertenecer a esta casta sacerdotal, siendo indispensable un estudio intenso que duraba más de veinte años y en el que debían aprender de memoria un gran número de versos.

Los druidas, a pesar de haber conocido la escritura como forma para transmitir los conocimientos adquiridos, lo hacían exclusivamente de forma oral; para ellos la palabra era la expresión máxima de la Verdad, era sagrada y divina, por lo que no debía ser profanada. Así mismo, se aseguraban de que sus secretos no cayeran en manos de personas “inadecuadas”, no iniciadas, que hicieran mal uso de sus conocimientos.

Por demás, los sacerdotes consideraban que la escritura eliminaba la vida, el movimiento y el dinamismo que ésta implicaba. Su filosofía era que si ellos escribían la historia y sus ritos, éstos permanecerían inalterables; lo que va en contra de la naturaleza de la vida que es plenamente cambiante.

Incluso, cuando los druidas realizaban encantamientos se hacían por medio de la fuerza de la palabra, eran fórmulas que se recitaban e iban acompañadas de música o una entonación especial (además de unas posturas y gestos determinados); sólo en raras ocasiones los encantamientos eran puestos por escrito (lo cual estaba verdaderamente prohibido y tenía el nombre de geis), por lo que éstos serían permanentes, irreversibles y definitivos, mientras los realizados con palabras podían deshacerse por medio de otro sortilegio.

Como celtas, exclusivamente utilizaban la escritura para hacer transacciones comerciales, públicas y cuestiones privadas utilizando para ello el alfabeto griego, así como utilizaron unos símbolos llamados “ogams” (alfabeto tallado en madera o piedra que se constituía de simples rayas) en monumentos funerarios; así, representaban explícitamente que sobre la vida no se escribía pero que en la muerte todo se detiene.

Julio César los describió como los “gutuaer” que significa “padres de la voz”, justamente porque sus rituales y la transmisión de su historia eran exclusivamente orales.

Sus profundos conocimientos en astronomía, cosmología, física y teología hacían que sus enseñanzas fueran de naturaleza casi científica sobre los fenómenos naturales y el universo.  Se desenvolvían como sacerdotes y consejeros políticos, filósofos, médicos y arquitectos entre otros.

Los druidas estaban exentos de pagar impuestos y eran liberados del servicio militar. Todos los asuntos públicos y privados estaban bajo su cargo y eran ellos quienes impartían justicia.

Por su elevado estatus social y al estar exentos de obligaciones tributarias, muchos de los celtas aspiraban a ser los guardianes de la ciencia y la tradición. Debido a ello se podía encontrar a varios aspirantes al sacerdocio, razón por la que los novicios eran sometidos a duros procesos de selección. En la medida en que ellos iban superando las pruebas, se establecía un rango jerárquico. A los novicios se les llamaba Amdaurs, a quienes se les enseñaba los oficios y preceptos druídicos, y se les reconocía por sus túnicas amarillas.

Los druidas tenían un jefe o maestro supremo que guiaba a toda la organización y sólo era sustituido en el momento de su muerte. Quien heredaba la dirección de la organización era aquella persona con mayor distinción en conocimiento, fuerza y poder.

Por momentos, la decisión era bastante pareja, lo que conducía a tener que someter el fallo a votación. Sin embargo, este proceso a veces no era respetado y, en ocasiones, se provocaban luchas armadas entre los diferentes aspirantes.    Las escuelas druídicas de mayor importancia se ubicaron en lo que hoy es Escocia. Como lugar de conocimiento, preferían internarse en los bosques durante tiempos, por lo que parecían ante los demás como enigmáticos ermitaños.

Su estructura organizativa se basaba en una triada compuesta por:

Los Vates: se encargaban de compilar los conocimientos, creencias y tradiciones,  observaban la naturaleza, estudiaban filosofía, astronomía, música y oratoria. Sus túnicas eran de color rojo.

Los Bardos: que eran cantantes, músicos y poetas. Se encargaban de amenizar las fiestas y celebraciones recitando las hazañas de los héroes y realizaban las alabanzas a los dioses. Se les reconocía porque vestían túnicas azules.

Los Druidas: se encargaban de estudiar la naturaleza, la ética y ejercían como jueces; así mismo, se les facultaba para realizar los sacrificios rituales. Vestían túnicas de color blanco.

El sentido de la moral que hoy en día conocemos por la religión cristiana, concebida desde el sentido de la dualidad de lo que está bien y lo que está mal, para los celtas y la filosofía druida no existía. Para ellos la moral consistía en la obligación de cada persona para con su comunidad y para consigo mismo, así como su capacidad para llevarla a cabo. Todos y cada uno de los celtas necesitaban buscar el camino hacia su propia perfección, procurando conducirse de forma sabia de acuerdo con las enseñanzas y principios enseñados por sus maestros, los druidas.

Quienes cometían el agravio de no guiarse por las enseñanzas de los sacerdotes y de no acatar sus órdenes eran castigados con el no poder participar de sus rituales. Estas personas eran vistas como indeseables ante los ojos de los demás, quienes procuraban no tener trato alguno con el excomulgado.

Para los druidas todo objeto y materia era causa de una manifestación física de la energía, del espíritu, del Awen, el cual podía en el momento de la muerte del cuerpo volver a manifestarse, a encarnarse, por lo que creían en la inmortalidad. Debido a esto, los entierros de sus muertos estarían acompañados de los objetos y posesiones que más preciaban o pensaban necesitar en la próxima vida, así como de bebida y alimentos.

Sin embargo, el paso por la muerte no era un acontecimiento de júbilo. Dentro de sus creencias, el alma iría a habitar el reino de  los fomoré, una raza de gigantes que eran considerados como los señores del mal y la oscuridad cuyo rey era Tethra.

Dentro de sus enseñanzas, los druidas fomentaban un profundo respeto por la naturaleza: árboles, piedras, agua, fuego, aire y animales eran reverenciados como parte de la creación e incluso creían que los dioses habitaban en ellos. Debido a ello, los celtas veían al mundo como una unidad cósmica por lo que tomaban exclusivamente lo indispensable e incluso pedían permiso al bosque cuando tomaban algo de él. Esta visión los llevó a no tener un sentido de propiedad sobre la tierra.

Desaparición de los druidas:

En el continente europeo, la desaparición de los druidas comienza a hacerse evidente en el siglo Id.C. cuando los romanos comenzaron a someter a las tribus celtas y tomar sus territorios.

Aunque los romanos eran permisivos en cuanto a religión se refería con los pueblos que conquistaban, los druidas representaban un peligro para sus conquistas en territorios célticos justamente porque eran la columna vertebral política, ideológica y religiosa de las tribus; razón por la que prohibieron sus enseñanzas y sustituyeron sus escuelas druídicas por escuelas romanas.

Durante el siglo VI los romanos procuraron desaparecer de Inglaterra lo que aún quedaba de los druidas. Sin embargo, la romanización que se dio en estas tierras fue tan superficial que el mundo celta volvió a emerger hasta la cristianización de la sociedad; así mismo ocurrió en Irlanda.

Sin embargo, aunque los druidas como organización desaparecieron, sus creencias y forma de vida fueron aún transmitidas como cuentos, leyendas, mitos y tradiciones populares. Durante la Edad Media los vestigios que aún existían de las creencias y forma de vida de los celtas y sus druidas fueron registrados en forma escrita por los monjes, especialmente aquellos que habitaban los monasterios Irlandeses; así mismo, en el siglo XVIII, en Escocia, los conocimientos que aún se tenía de los antiguos maestros de los bosques dieron pie para el surgimiento de la Franc-masonería y en Francia, un movimiento llamado Neodruidismo.

Con el transcurrir de la historia, han existido diferentes períodos en los que la cultura celta y sus druidas han llamado aún más la atención. Momentos en los que al querer conocer más sobre los grandes caballeros y los grandes sabios de los bosques, han traído consigo el estudio de obras como las de Plinio y Julio César, así como la creación de nuevas órdenes que dicen ser los verdaderos emisarios del conocimiento druídico.


Cristianización de Bretaña e Irlanda:

La cristianización de Inglaterra e Irlanda, en especial, se debe principalmente al papel que jugó un solo personaje en su historia: San Patricio, patrón de Irlanda.    Nacido en el año 387 en lo que hoy se conoce como Escocia, Patricio era hijo de un oficial romano cristiano. A sus 16 años cayó prisionero por piratas irlandeses y fue vendido como esclavo, obligado a realizar trabajos de pastoreo.

Cuenta su historia que durante este tiempo se dedicó a orar, y tras varios intentos de huídas fallidas logró escapar a la edad de 23 años, gracias a una visión que tuvo de Dios avisándole que era el momento oportuno. Fue así que regresó a su casa y tras un tiempo de estudios se ordenó como sacerdote.

Fue el Papa Celestino I quien le solicitó como misión especial evangelizar el territorio Irlandés, para lo cual el obispo San Germán de Auxerre consagró obispo a Patricio. Se cuenta que su arribo a tierras irlandesas fue en Ulster, donde fundó el monasterio de Saúl.

Su rápida adaptación y respeto por las costumbres, tradiciones y condiciones sociales de los clanes celtas le dieron una ventaja enorme para comenzar a conformar un clero local y el lograr evangelizar a varias comunidades.

La utilización, por demás, de un lenguaje sencillo y próximo a los celtas, en su trabajo, también lo ayudó. Por ejemplo, para explicar lo que era la Santísima Trinidad utilizaba un trébol como muestra, donde cada hoja de éste representaban a las tres personas divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, los cuales en su conjunto formaban un sólo Dios, un sólo trébol.

Fue de esta manera que éste se convirtió en el símbolo asociado a San Patricio; el trébol es  utilizado actualmente durante la fiesta del 17 de marzo en honor a este Santo y, por demás, se utiliza el color verde en la mayor parte de los objetos (sea en la vestimenta, cerveza y demás) recordando la importancia de la magia de los bosques.

Otro de los símbolos que surgieron por ese entonces fue la cruz celta; según cuenta la leyenda, San Patricio encontró un círculo trazado en una piedra sagrada. Dicha circunferencia era la representación de una deidad lunar. Cuando San Patricio la encontró la marcó con una cruz latina y bendijo la piedra. Todo ello conformando una representación de la unión de la antigua cultura y la nueva, del poder de la luna pagana junto con el poder del sol cristiano, simbolizando así la armonía y el dinamismo que se halla en la unión entre los opuestos.   

En todo caso explicarles a los celtas la Santa Trinidad no fue una tarea dispendiosa, justamente porque para ellos el 3 era un número mágico que era convocado y manejado en diferentes aspectos de su vida; incluso consideraban importante llevar a cabo tres veces la misma tarea o proyecto para lograr un buen cumplimiento de su encomienda; de aquí proviene el dicho que en el mundo entero se conoce como “la tercera es la vencida”.

Para los celtas este número representaba los reinos existentes: el mundo de las hadas o subterráneo, el mundo de los dioses o cielo y el mundo del hombre o tierra; así mismo, agrupaban a los dioses en triadas: existía la trinidad de la muerte a la que pertenecían Teutates (dios valiente y guerrero), Essus (dios divino) y Taranis (dios del rayo) a quienes rendían culto.

Por otro lado, era fácil para los celtas asimilar la existencia de un sólo Dios, puesto que a pesar de tener un panteón de dioses, todos eran descendientes de uno mismo: Dagda, el padre de todos los dioses. Las otras entidades divinas eran vistas más que todo como atributos específicos de esta única unidad. Era como una especie de politeísmo monoteísta.

San Patricio, por lo general, iniciaba su tarea de evangelización convirtiéndose en amigo del jefe del clan al que llegaba. Y no cabe duda que los druidas, consejeros de los jefes, inicialmente pusieran algo de resistencia.

Cuenta una historia que al encontrarse San Patricio con el druida Lucetmail, éste último lo retó a que fabricara nieve en un día soleado del mes de abril. San Patricio le contestó que no podía ejercer violencia contra la naturaleza, a lo que el druida, con un gesto burlón, cubrió de nieve los alrededores ante el asombro de los asistentes al desafío. Entonces San Patricio levantó su mano haciendo que la nieve desapareciera.

Dentro de sus enseñanzas, San Patricio creó la oración más conocida en el mundo entero como la Coraza de San Patricio, la cual según la tradición, fue la empleada por el obispo para convertirse, junto con 8 de sus hermanos, en ciervos mientras caminaban por el bosque y estaban siendo acosados por el druida Tara.

En todo caso, la evangelización de Irlanda fue inminente, rápida y de las más devotas que la historia haya tenido alguna vez. San Patricio muere en el año 461, pero en su legado quedaron monasterios en los que se practicaba una Fe cristiana fervorosa.   

Abadía
Durante la Edad Media, Irlanda pasó a ser el verdadero centro del saber de Europa, siendo el bastión del estudio, de la cultura y de la civilización. Numerosos manuscritos fueron transportados a sus monasterios para tenerlos en lugar seguro, los cuales atraían a estudiantes católicos de todo el mundo, quienes buscaban el conocimiento, la soledad y el silencio de los monasterios, los bancos de los ríos, los bosques y cualquier lugar aislado donde pudiesen tener gran comunión con Dios. Incluso las mujeres como Santa Brígida de Irlanda, Santa Ila y Santa Ranchea fundaron conventos donde se aislaban en piadosa penitencia y oración.

En los monasterios, cuyas formas de estudio no diferían en mayor cosa con el estudio del druidismo,  también se estudiaron muchos autores paganos. La Iglesia celta no repudió la herencia cultural precristiana de la propia Irlanda. La tradición de los bardos encontró refugio allí y se conservó e incluso fue sincretizado por la tradición cristiana.

Aún, existiendo algunas escuelas de enseñanza druídica, cuando fueron atacadas los mismos monjes se opusieron a su destrucción y defendieron la causa de los antiguos maestros.

Los monasterios irlandeses se convirtieron en escuelas célebres por su santidad y sabiduría, así como por los manuscritos que se produjeron.

Como consecuencia de la forma en que evangelizó San Patricio a Irlanda, y el posterior desarrollo que se dio de los monasterios y la religión cristiana en éste país, las oraciones que se crearon durante la época de cristianización mezclan a menudo motivos cristianos y paganos, incluso están construidos como poesía lírica, al estilo de los bardos.

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